
Primer ministro Philippe Couillard
El rechazo del primer ministro de Quebec, Philippe Couillard, al consenso en introducir en el proyecto de ley 62 la recomendación de la Comisión Bouchard-Taylor de prohibir el porte de signos religiosos a quienes tienen puestos de coerción estatal como los jueces, abogados de la Corona, la policía y los guardianes de prisión reabrió diez años de acrimoniosos debates sobre la laicidad y el vivir juntos en Quebec.
Con su declaración de rechazar toda discriminación de vestimenta religiosa, Couillard volvió a fojas cero en ese complejo y divisivo debate que esta semana comenzó también a afectar el parlamento federal que no consiguió ponerse de acuerdo en apoyar la moción de la liberal Iqra Khalid contra la islamofobia.

Jean-François Lisée, Partido Quebequés.
El Partido Quebequés parecía dispuesto a olvidar la mal llamada Carta de Valores de Bernard Drainville. Hoy día, el Comité Nacional de jóvenes del partido quebequés, reafirmó el consenso general por la recomendación de la Comisión Bouchard Taylor de prohibir los signos religiosos para la personas en situación de coerción como los jueces, abogados de la corona, la policía y los guardias de prisión. Por su parte, la Coalition Avenir Quebec, se manifestó dispuesta a abandonar su idea de exigir que la prohibición de porte de signos religiosos se extendiera a los profesores y otros funcionarios públicos en posición de autoridad. Quebec Solidaire ya había indicado claramente que estaba de acuerdo con esa recomendación que era objeto de un consenso social y reafirmó solamente que estaba dispuesto a apoyar el proyecto de ley lamentando la posición de Couillard.

Gérard Bouchard y Richard Taylor
Algunos dudan que Couillard hubiera estado dispuesto a suscribir al consenso propuesto por los partidos de oposición en torno a esa recomendación. Para ellos, Couillard usó la excusa del viraje de Charles Taylor copresidente de la Commission de consultation sur les pratiques d’accommodement relièes aux différences culturelles expresado en una carta abierta en la Presse el martes 14 de febrero por En efecto Charles Taylor el informe final publicado en junio de 2008 (Fonder l’avenir. Le temps de la conciliation) publicado por la Comisión Bouchard Taylor. Couillard se apoyó en la carta de Taylor, para rechazar el consenso. Con ello el timing de Charles Taylor fue denunciado porque tuvo el mismo efecto de limitar los alcances de la Comisión Bouchard-Taylor, como lo hiciera la de Renaud Lachance cuando repudió parte del informe de la Comisión Charbonneau.
Se cierra así la pequeña ventana para una solución consensual en torno a la recomendación de la Comisión Bouchard-Taylor, que se había abierto con la reacción de la sociedad quebequense frente al asesinato de seis quebequenses por el solo hecho de ser musulmanes, perpetrado por Alexandre Bissonnette el 29 de enero pasado. Un crimen de lobo solitario, de odio, que despertó el repudio generalizado y gran solidaridad con la comunidad musulmana que ha aumentado en los últimos años precisamente por corresponder a los países de colonización francesa.
Eso hizo recordar que pese a que han pasado casi diez años del debate sobre los acomodos religiosos iniciado con el escándalo del código de Herouxville contra los musulmanes Quebec no ha podido establecer reglas claras y consensuales para el vivir juntos en materia religiosa.
Luego que la clase política adoptó una posición no partidista después del atentado, muchos esperamos que el aparente consenso de la sociedad quebequense por la recomendación de la Comisión Bouchard-Taylor, se estableciera como norma del vivre ensemble, un equilibrio entre el deseo de un estado laico que extendía la ruptura de la Revolución Tranquila con la iglesia católica, al conjunto de religiones asegurando la neutralidad del Estado por un lado, y por otro, el respeto de los derechos religiosos individuales en la sociedad civil.
La posición de Charles Taylor
Con ello se reabre el debate hacia las elecciones de octubre de 2018. Un debate en torno al choque de dos tradiciones que cohabitan en Quebec: la anglosajona y la francesa.
El martes 14 de febrero Charles Taylor hizo aparecer en el diario La Presse una carta abierta en la que anuncia que deja de apoyar la recomendación del informe de la Comisión que él escribió con Gerard Bouchard.

Richard Taylor cambia de idea
Taylor acepta que las restricciones de la recomendación (prohibición del uso de signos religiosos por las personas en puestos de coerción estatal) pueden considerarse como una base necesaria a un estado laico (como lo plantean algunos) o pueden considerarse como no esenciales, pero oportunas dado un contexto determinado. Taylor dice rechazar el argumento de la laicidad. Aclara que apoyó la recomendación del informe de la Comisión por razones del contexto del debate en 2008.
Cree que en 2017 ese contexto ha cambiado. Por un lado, la distinción entre las funciones de coerción (crimen y castigo), y las otras funciones del estado (salud, educación, control del territorio, etc.) no son claras en el discurso público. Que se usa indistintamente la figura de coerción y la de autoridad. Ello podría extender la prohibición a quienes ejercen la coerción a otros funcionarios públicos. Por otro lado, el debate sobre la Carta de Valores llevó a la estigmatización de cierta clase de ciudadanos, llevando a agresiones hacia las musulmanas que usaban el velo. La minoría hostil a los inmigrantes y los musulmanes en particular, que antes no osaba manifestarse aparece públicamente en el nuevo contexto, inscribiéndose en lo ocurrido en la campaña del Brexit en el Reino Unido o en la campaña de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Además, la adopción de la recomendación, en el contexto creado por el atentado de Alexandre Bissonnette, sólo aumentaría la estigmatización en lugar de asegurar la reconciliación.
La posición de Gerard Bouchard

Gérard Bouchard, culpa a Couillard
El otro co-presidente de la Comisión, Gerard Bouchard no se sorprendió del viraje de Charles Taylor. Taylor escribió un libro en 2010, Laicité et liberté de conscience que plantea como objetivo de una laicidad abierta el respeto de la igualdad moral de los individuos y la protección de la libertad de consciencia, lo que ubica el respeto de los valores religiosos al mismo nivel de los otros derechos individuales. Sin embargo hace un año, en Comisión parlamentaria en Quebec, tanto Taylor como Bouchard insistían en que se aprobara esa recomendación de la comisión.
Bouchard culpa más bien al primer ministro Philippe Couillard por no estar a la altura del consenso nacional y defender más bien su principió multiculturalista como el único válido. Insiste en que es importante que los agentes del estado en situación de coerción puedan aparecer imparciales en una sociedad democrática. Una posición que de acuerdo a Bouchard pasaba el examen de los tribunales.
El abandono de la posibilidad de una unanimidad en la Asamblea Nacional, abre la puerta a las posiciones partidistas y la continua politización del debate en las próximas elecciones de octubre de 2018.
La posición de Philippe Couillard
El primer ministro no sorprendió al negarse al consenso en torno a la propuesta de la Comisión Bouchard /Taylor. Al negarse a legislar sobre la discriminación de vestimentas, parece olvidar que su proyecto de ley 62 si proponía hacerlo en el caso del Chador que impide a las mujeres mostrar su rostro, salvo a sus maridos e hijos. En ese caso de acuerdo a Philippe Bouchard la prohibición era por razones pragmáticas de comunicación y no por razones religiosas.

Couillard, Contra la disciminación vestimentaria
En lugar de tratar sobre el tema, la solución de Philippe Couillard es de eliminar los obstáculos a la integración en empleo para los inmigrantes, dando nueva actualidad al proyecto de ley 98 que ya estaba siendo discutido. Ese proyecto propone facilitar el reconocimiento de los títulos de inmigrantes obtenidos en los países de origen para facilitar la integración al trabajo para los inmigrantes reconociendo sus estudios y experiencia antes de la inmigración. Se trata de una muy buena, que es exigida desde hace muchos años por los organismos que trabajan en defensa de los inmigrantes y que denuncian la discriminación de las órdenes profesionales. Esa discriminación obliga a inmigrantes con títulos profesionales o con experiencia en dominios especializados, de trabajar muy por debajo de sus conocimientos. Una pérdida para la sociedad quebequense que aceptó precisamente esos inmigrantes por sus características profesionales.
El problema es que eso no corresponde al debate sobre los signos religiosos y la laicidad. Es indudable que Quebec no es una isla distante del debate sobre la llamada guerra de religiones de que hablaba Samuel Huntington, ni de los efectos de la presidencia de Donald Trump como lo señala Taylor. También creemos que como señala Gerard Bouchard, la decisión del primer ministro Philippe Couillard no cierra el debate sobre los signos religiosos. Por ello pensamos que se perdió una buena oportunidad para dejar atrás un debate divisivo, que facilitaría el famoso vivir juntos al que todos intentan referirse.
En filigrana, la reapertura del debate pone en el tapete, una nueva dimensión de dos perspectivas: por un lado, la tradición anglosajona multiculturalista basada en la primacía de los derechos individuales frente a la que se diluyen los derechos colectivos; y, por otro, el interculturalismo acuñado en Quebec con base en la tradición francesa que propone supeditar los derechos individuales al consenso colectivo en torno al idioma francés. El incompleto discurso de la laicidad del Estado, tiene raíces en la profunda ruptura con la Iglesia Católica desde la llamada revolución tranquila que construyó las bases de la identidad del Quebec Moderno. El problema es que en algún momento el debate debe traducirse en un consenso y no basta con ocultar el debate como lo propone Philippe Couillard.