Respecto de la política del nuevo presidente estadounidense Donald Trump hacia América latina, lo primero que surge al tapete es su promesa de construir un muro para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos ilegales a Estados Unidos y expulsar los millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
En respuesta a esa política ya hay todo un movimiento para que el saliente presidente Barack Obama, antes que se vaya el 20 de enero, haga uso de su poder ejecutivo discrecional para indultar los inmigrantes sin papeles, evitando que quienes creyeron las promesas de reconocimiento y fueron fichados, no puedan ser expulsados masivamente por la nueva administración en sus primeros cien días.
Aunque Donald Trump se inscribe resueltamente en la extrema derecha conservadora estadounidense, no parece privilegiar los lazos con los principales alaidos estadounidenses como ocurre con la administración del derechista presidente de México Enrique Peña Nieto quien es el que más sufriría de la presidencia Trump. Un desastre para México de acuerdo al antiguo ministro de relaciones exteriores de México Jorge Castañeda.
Ya lo muestra la caída del precio del peso frente al dólar en México. Una crisis económica a la que se agregará una crisis social y de aumento de la violencia si se realiza el cierre de fronteras y el retorno forzado de miles de inmigrantes sin papeles mexicanos y de otros países centroamericanos desde Estados Unidos. Fuera de millones de mexicanos, hay un millón de salvadoreños y 1.5. Millones de guatemaltecos en Estados Unidos. Muchos de ellos sin papeles. Su deportación a sus países de origen será catastrófica para los países centroamericanos no sólo porque no se recibirán las remesas de los inmigrantes sino porque el retorno no se acompaña de un apoyo a la reinserción en el país.
Donald Trump postula que Estados Unidos es primero que nadie. Ello hace temer entre sus aliados latinoamericanos un cierre del mercado estadounidense a las exportaciones de la región.
Ello se agrega en México, Perú, Chile y otros países como Argentina, las consecuencias comerciales del fin del Acuerdo de libre comercio transpacífico o de la renegociación del Acuerdo de libre comercio de América del Norte, que fijó un piso de negociación de acuerdos bilaterales de libre comercio entre Estados Unidos y varios países de la región, entre ellos Chile, Colombia, Panamá, Perú, Centro América y Republica Dominicana. Lo cierto es que las políticas de Trump pueden también forzar a una mayor diversificación del comercio exterior de la región latinoamericana. Un proceso que ya estaba en curso con el MERCOSUR, la UNASUR, entre otros, pero que el empantanamiento de la economía mundial y la desestabilización y caída de algunos gobiernos progresistas ha hecho peligrar
Otros temen el retorno de una política agresiva de intervencionismo de Washington en la región, sobre todo en América Central y el Caribe, considerado como parte del entorno geopolítico natural de Estados Unidos.
Pero también se teme en América del Sur. Por ejemplo el que Trump apoye las posiciones del uribismo en contra del acuerdo de paz con las FARC. Uribe en su salido a Trump denunció la tiranía en Venezuela como el mayor enemigo de la democracia coincidiendo con la posición antivenezolana de Trump. Venezuela depende en parte de la compra de petróleo por Estados Unidos y el aumento del apoyo a la oposición derechista puede desestabilizar más aún el gobierno de Nicolás Maduro.
Trump ya ha prometido mano dura contra el gobierno de Cuba. Los observadores temen que podría revertir las medidas ejecutivas adoptadas por Barack Obama respondiendo a los grupos de presión de Miami.
Es evidente para los observadores que el Washington de Donald Trump fortalecerá las posiciones derechistas en América latina. Su apoyo y alianza con gobiernos como el de Macri en Argentina y el nuevo gobierno de Pedro Pablo Kuczynski en Perú o el gobierno de Temer en Brasil. Algunos temen el retorno de la política imperial del pasado dominada por los lobby republicanos aliados a las fuerzas más reaccionarias de la región latinoamericana.
Por otro lado, otros esperan que ese apoyo pueda verse limitado por las veleidades de Donald Trump, tanto en defensa de los intereses estratégicos de Estados Unidos como por su estilo que puede chocar con derechas más tradicionales como la de Pedro Pablo Kuckzinski en Perú o de Michelle Bachelet en Chile. Valga recordar que en algunos países ya se criticaban ya las inversiones del millonario Trump. En México se trató de probar un fraude en un proyecto de condominio en Tijuana. En Brasil se cuestionó su inversión en el Hotel Rio. ¿Cómo afectarán esos juicios las relaciones con la región?
Otros ruegan que Trump se ocupe más de política interior estadounidense que de política exterior. Que se olvide que existe América Latina. Pero, el estilo Trump requiere enemigos reales o imaginarios en el exterior: Desde islámicos terroristas, hasta recurrir a viejas cantinelas adaptadas a los Tweeter y nuevos medios sociales de comunicación contra Cuba, o contra la revolución bolivariana en Venezuela.
Lo mejor que puede pedirse en este comienzo de año es que Trump no se interese en América latina.