La noticia internacional de la semana fue la temida entronización de Donald Trump como 45º presidente de Estados Unidos. Trump realizó la ceremonia tradicional cuasi imperial de los presidentes estadounidenses, mucho menos concurrida que la de sus antecesor Barack Obama, pero le impuso su sello manteniendo su estilo de agresivo personaje diferente de la elite tradicional de Washington, mantuvo sus promesas de la campaña electoral, que aparecen más bien como amenazas a su larga lista de enemigos de Estados Unidos. Las movilizaciones contra la entronización de Trump, el viernes y la masiva marcha de las mujeres de más de un millón de personas en Washington el sábado. Las marchas en muchas ciudades de Estados Unidos y del mundo marcan la importancia de lo que ocurre en Estados Unidos y sus posibles consecuencias internacionales en el mundo en que las fronteras son virtuales. Hay varias lecturas posibles. Tomaremos solo dos puntos por limites de espacio. El carácter del gobierno Trump y el rol de Estados Unidos en el mundo.
¿Populismo o de la Oligarquía a la plutocracia?
En primer lugar, está la definición del carácter de la presidencia de Donald Trump. Veamos en primer lugar que se trataría del populismo de derecha contra las elites.
Se trata del presidente del partido republicano, uno de los dos partidos que han gobernando estados Unidos desde su independencia de Gran Bretaña en 1783. En esa medida la idea que se trata de un personaje externo de la elite aparece cuestionada estructuralmente.
Sin embargo, más allá de la retórica, podemos recurrir a las caracterizaciones de sistema político de los griegos para explicar lo que ocurre en Estados Unidos. Existe consenso que la democracia estadounidense es tradicionalmente un gobierno de la elite, una minoría detentora del poder frente a una mayoría que no lo tiene. Una teorización que viene desde Wilfredo Pareto y Gaetano Mosca y actualizado por Charles Wright Mills para Estados Unidos, y muchos otros autores. Para entender el fenómeno Trump desde una perspectiva de clase debe distinguirse entre la oligarquía y la plutocracia. La oligarquía es el gobierno de unos pocos, de la elite política, de la clase política. Que estados Unidos es gobernado por una elite, una clase política que tiene relaciones incestuosas con la elite de las corporaciones. En esa perspectiva el gobierno de Trump es una plutocracia, gobierno de quien no es de la clase política pero si de la elite poseedora de la riqueza. Multimillonario.
Populismo paradojal
Ello nos habla de la composición del gobierno de Trump y sus objetivos como elite que desea extraer lo mejor del rol internacional de Estados Unidos renegociando sus intereses con las corporaciones desnacionalizadas de la globalización. Pero no nos habla de la manera en que propone el discurso público para realizar sus objetivos. Esta es la definición del populismo. Lo que le hace una categoría de apariencia y no de esencia. El de Trump es el populismo del capital que no reconoce la existencia de clases del marxismo sino de estratos. Combina libertad de mercado, etnocentrismo antiinmigrante y anti elitismo. Muy distinto del fascismo aunque tenga similitudes discursivas.
En efecto el populismo de Trump es una consideración necesaria y suficiente para realizar sus objetivos de renegociación de una fracción de la elite estadounidense.
Hay consenso que el populismo de Trump se inscribiría como una respuesta frente a los efectos desastrosos de la globalización neoliberal en términos de aumento de las desigualdades y de deslegitimación de los estados nacionales y de la democracia como sistema de representación ciudadana porque no tiene influencia sobre los mecanismos de gobernanza mundiales.
La oligarquía la plutocracia que se instaura en Estados Unidos podría ser un indicador de fin del ciclo de la globalización sin control y el retorno de los estados nacionales. Para obtener hegemonía desarrolla un discurso público globalizante que incluye los afectados por la globalización.
Es una salida reaccionaria ante los efectos de la globalización porque en materia de desarrollo no considera fenómenos como la adaptación del desarrollo al combate contra el cambio climático o el desarrollo de tecnologías que llevan a un mundo post industria, de la cuarta revolución de la cual quieren hablar los portadores de la globalización neoliberal esta semana en su reunión anual con lacayos gobernantes e investigadores.
La paradoja es que todo indica que ya comenzó el combate social contra Trump, lo que puede galvanizar efectivamente otras alternativas de profundización de la democracia en estados Unidos como modelo contra la globalización. Una perspectiva interesante por la complejidad del sistema político estadounidense.
América First
En su discurso, Donald Trump prometió que la gran potencia imperial surgida de las ruinas de la segunda guerra mundial como el gendarme internacional no obtuvo suficiente a cambio y que para volver a ser un gran país deberá renegociar sus relaciones en función de los intereses de Estados Unidos. La literatura sobre la política exterior estadounidense insiste en plantear la tensión entre una tendencia a la autarcía y otra por un rol en el mundo. Lo cierto es que los latinoamericanos reconocen que siempre la política exterior estadounidense obedece al objetivo geopolítico de asegurar el desarrollo y la seguridad de Estados Unidos. Lo novedoso de la política exterior de Trump definida por sus asesores es que persigue renegociar las relaciones de Estados Unidos de manera que estas mantengan a ese país como ejemplo de desarrollo en el mundo y que no le ubiquen como dependiente de la globalización que no controla.
A nivel internacional, pese a que el gobierno de Trump cambia el contexto internacional, puede efectivamente servir de ejemplo para el surgimiento de alternativas progresistas frente a los efectos de la globalización sobre las desigualdades sociales.
Si bien Trump personifica una respuesta al fracaso de la globalización, no es la única salida posible. Por un lado está la respuesta de las elites tradicionales que cuestionan todo tipo de populismo aunque sea de izquierda, como se ve en el caso de la critica a los gobiernos progresistas de América Latina. La solución de esa propuesta seria la de volver a los gobiernos de la clase política tradicional.
Pero la crisis de la globalización abre nuevas perspectivas inéditas. El movimiento social en Estados Unidos y en el mundo contra la globalización puede desarrollarse elaborando nuevas alternativas frente a los problemas del siglo XXI. Una perspectiva que debe seguirse de cerca, porque a nivel de valores, por el momento ha conseguido el despertar del movimiento feminista en Estados Unidos y en el mundo. Las alternativas ponen a la orden del día la fragilidad de los logros sociales y la necesidad de la resistencia de los movimientos sociales. Se debe recordar también que tras la lucha contra el cambio climático se dibuja un fin de un paradigma, el del modo de producción del capitalismo neoliberal. Que algunos califican de crisis de civilización porque tras EL desafío del siglo XXI, el calentamiento planetario esta la certidumbre que el modo de producción, la lógica del capitalismo debe ser superada si la humanidad quiere que el planeta la siga albergando.