Este es un año importante para Chile. Porque es año de elección presidencial y
parlamentaria el 19 de noviembre próximo. Por el creciente cuestionamiento del modelo económico neoliberal en condiciones de inédito desprestigio – por corrupción e ineficacia – del conjunto de la clase política surgida de la transición de 1990. Un cuestionamiento del modelo de gobernabilidad actual y de los valores que acompañaron el neoliberalismo impuesto por Pinochet desde los años 70. Todo indica que terminó el ciclo inaugurado por el retorno de gobiernos civiles en 1990, pero que no surgen aun los elementos que definirán el próximo ciclo en contexto de movilizaciones sociales aumentan y de surgimiento de todo tipo de nuevas alternativas. Veamos algunas reflexiones.
Crisis del modelo económico y crecimiento de las desigualdades
Es evidente que terminó el ciclo del modelo económico neoliberal chileno basado en la adaptación a la economía internacional según las ventajas comparativas, sacrificando todo en el altar de la globalización.

Adaptar la economía a los desafíos del siglo 21
Las promesas de los años 90 de incorporación de valor a esas exportaciones nunca se concretizaron y hoy sufren creciente competencia en el mercado internacional. Las actuales propuestas de transformar Chile en país cuya principal mercancía es el conocimiento, tardan en concretizarse.
Son evidentes las catastróficas consecuencias sobre las aguas, sobre el bosque nativo, sobre la fauna, sobre el medio ambiente de un modelo destinado a la exportación de materias primas sin mayor elaboración.

Incendio de Valparaiso
Chile se inscribe en la larga lista de contribuidores al calentamiento planetario con una capital (Santiago) irrespirable en invierno, por los incendios que se agregan este verano a las catástrofes naturales tradicionales. Chile forma parte de la larga lista de países gravemente afectados por las fluctuaciones dramáticas de temperaturas. El aumento del nivel del mar es sus largas costas impacta al visitante.
Son los costos de beneficiar del largo ciclo de expansión de la globalización neoliberal. Chile mantuvo tasas de crecimiento económico envidiable que son cada año más moderados desde la crisis de la globalización en 2008.

Conflicto Mapuche: Terrorismo de Estado
El margen de maniobra para la adaptación a los desafíos del siglo XXI se ve limitado porque los sucesivos gobiernos han mantenido lo esencial del modelo neoliberal enquistado en la Constitución. La subsidiariedad del Estado elevada a la categoría de dogma, impide la transformación de la política económica.
Sigue vigente la privatización de la activación de la actividad económica y social. Las modestas políticas públicas para disminuir la pobreza ha conseguido reducir el número de pobres, pero no pudieron evitar la tendencia al incremento de las desigualdades de ingresos. La consecuencia es que la economía falla su objetivo esencial y favorece condiciones sociales que desde el nacimiento hasta la muerte de los ciudadanos perpetúan la injusticia social.
Crisis cultural y de valores neoliberales
El economista y fundador de la sociología Max Weber ya apuntó a que la legitimidad de los sistemas se obtiene con la duración. Innumerables estudios apuntan a los cambios de valores en la sociedad chilena: del aumento del individualismo y la disminución de la solidaridad social. Las reglas del juego, económicas, sociales y políticas impuestas como modelo inevitable de acceso a la modernidad neoliberal rompieron los paradigmas tradicionales de la política, de la estructura económica y de la movilidad social.

Últimos meses de la presidenta Michelle Bachelet
La condición necesaria y suficiente de la estabilidad del modelo de acción política (de la mal llamada transición) era que la acción social disminuyera, que los movimientos sociales de la lucha contra la dictadura cedieran el paso a una clase política que debía concertarse lejos de la calle o las instancias de la sociedad civil. Su corolario era el incremento de la privatización de la reproducción de la vida social justificada por valores neoliberales, considerados parangones d ela modernidad.

¿Volverá Piñera pese a sus escándalos?
La reacción frente a la corrupción de la clase política (¿tolerada en otros ámbitos?) consustancial a su distanciamiento del mundo real, no es ajena al creciente cuestionamiento de esos valores que acompañaron la transición de la dictadura militar de Pinochet a los gobiernos civiles de democracia restringida desde 1990. Creciente cuestionamiento también de la impunidad del más rico o del más fuerte ejemplificado en la imposibilidad de dar vuelta la hoja en materia de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, no porque no se haya intentado. Reciente incapacidad de ocultar las raíces profundas del conflicto ancestral con el pueblo Mapuche, actualizado por las violaciones de sus derechos por las industrias forestales o la sed de energías.
¿Crisis de la política?

La corrupción empaña el conjunto de la clase política
Es en ese contexto que debe entenderse el retorno de la política en su expresión más amplia como la encrucijada chilena de 2017. Una encrucijada de fin de ciclo, de crisis de legitimidad de la clase política que encarnara durante 26 años la estabilidad aceptando que la globalización neoliberal era el vehículo del acceso de Chile a la modernidad. Una corriente arrolladora ante la que no se podía erigir racionalmente ninguna barrera..
Encrucijada porque hoy la modernidad ha cambiado de signo. Ella consiste en el reconocimiento del fin del ciclo de una globalización neoliberal que favorece el retorno de los nacionalismos y de la necesidad de políticas públicas para limitar las desigualdades sociales.

Dejar atrás los valores neoliberales
La reacción de fin de ciclo de la globalización se traduce en ejemplos muy bullados de derecha como Duterte en Filipinas, el Brexit del Reino Unido, o la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Pero también en el surgimiento de respuestas nacionales progresistas como en Grecia, como en España con Podemos. Para algunos la crisis internacional de la izquierda política se debe a la inadecuación al nuevo contexto mientras ella entra en contradicción con movimientos sociales más radicales, como ocurre con las experiencias progresistas latinoamericanas. Es una crisis de legitimidad de esa izquierda ganada a la globalización o al mejorar la distribución de ingresos manteniendo los equilibrios macroeconómicos neoliberales. Desde la Francia socialista de François Hollande hasta de las corrientes socialistas de la Nueva Mayoría en Chile, se repite el mismo fenómeno de deslegitimación. Una crisis del conjunto de la clase política en Chile bajo el signo de sus características de cuerpo concertado, distante de la sociedad civil.
Ninguna sociedad como la Chilena, ha sido tan abierta a la globalización neoliberal tanto en su política exterior como en su política interna. Por ello es la primera, en América latina, que sufre las consecuencias de necesidad de variar las reglas del juego que se imponen a nivel internacional.
Desafíos de 2017

Terminar con la impunidad
La clase política reorganizada en función del modelo político establecido en 1990 se ve confrontada al cambio de signo de la modernidad que la fundara. La modernidad ha cambiado de signo, porque ahora no se inscribe en el desarrollo ilimitado e irresponsable de recursos energéticos o productos agrícolas de exportación, entre otros por la certidumbre del cambio climático.

Nuevos movimientos
Entre la persistencia de un modelo político de democracia elitista instaurado en 1990 que tiene dificultades de adaptarse por la rigidez de la Constitución heredada de la Dictadura de Pinochet. Está empantanada en responder a los nuevos desafíos externos de la crisis de la globalización neoliberal. Está enfrentada a la necesidad de apelar a valores de solidaridad, frente al imperio del individualismo moderno. Busca la necesaria actualización de la moralidad pública, contraria a la búsqueda de beneficio individualista, para enfrentar la corrupción. Tiene dificultades en posibilitar la cohesión social en condiciones de justificación de la impunidad contraria al Estado de Derecho y el Derecho Internacional.
En ese contexto puede entenderse que la segunda presidencia de Michelle Bachelet termine con altos niveles de impopularidad. Pese a que es más transformadora que la primera presidencia: demasiado poco demasiado tarde, como dicen los ingleses.

Alejandro Guillier: ¿Nuevos tiempos?
Lejos de responder a la encrucijada, los principales conglomerados, tanto de derecha como de centro e izquierda tradicional, se buscan candidatos de acuerdo a parámetros aprendidos en las últimas décadas y se repiten los mismos candidatos, la perla rara ó se duda y se recomponen fuerzas: como si no se dieran cuenta que lo que está en juego es si ellos todavía son parte de lo que se requiere en este nuevo ciclo.
Paralelamente, se multiplican las alternativas, que aun no se enquistan en el discurso público. Los relatos son fragmentarios, sectoriales, pero no por ello menos evidentes de una encrucijada semejante a otros momentos de definición.
El año político chileno será arduo e inesperado porque llama al relevo de la clase política surgida del pacto con Pinochet. Una encrucijada que puede llevar a un callejón sin salida. Esperemos que se abran finalmente las grandes Alamedas con que soñaba el presidente mártir.