
Juan-Manuel Santos y Timochenko
El miércoles 1 de diciembre el Congreso de Colombia refrendó el nuevo acuerdo de paz establecido entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia, Ejercito Popular (FARC-EP). Como se recordará, el 2 de octubre los electores Colombianos en un inesperado resultado rechazaron refrendar el acuerdo anterior por una estrecha mayoría. El gobierno Santos consiguió neutralizar la oposición de los partidarios del No, liderados por el ex presidente Álvaro Uribe.
El Acuerdo de Paz adoptado el 12 de noviembre, fue refrendado por unanimidad por el Congreso colombiano luego de maratónicas discusiones y gracias a la ausencia de los partidarios de Uribe en la votación final. Los partidarios de Álvaro Uribe, pese a mantener su oposición al acuerdo no objetaron su adopción por un Congreso controlado por los partidarios del presidente Juan Manuel Santos.
El Acuerdo de Paz debiera terminar dentro de seis meses, de manera efectiva, con 52 anos de Guerra civil en el país sudamericano.
La derrota en el referendo
Como ya lo hemos analizado, el 2 de octubre fracaso el intento de legitimación popular con un plebiscito del acuerdo de paz suscrito en la Habana. El 50,2% de los electores que concurrieron a votar, rechazaron el acuerdo favoreciendo las fuerzas del No dirigidas por el ex presidente Alvaro Uribe. Varios elementos explicaron esa inesperada derrota de un Acuerdo que contaba con el apoyo de la ONU y de la comunidad internacional y en Colombia mismo. Al punto que la Academia Sueca le concedió el premio nobel de la Paz.
Puede esgrimirse que la derrota fue producto de la creciente impopularidad del gobierno de Juan Manuel Santos. Un análisis que se inscribe en la creciente desconfianza y deslegitimidad de los gobiernos cuando se trata de plebiscitos como lo mostró el británico sobre el Brexit.
Puede esgrimirse también la desconfianza, azuzada por las fuerzas del No sobre los logros obtenidos por la guerrilla en el acuerdo, comparados con las crecientes dificultades económicas de los colombianos. En esa medida fueron errores de comunicación del Acuerdo de Paz lo que hizo que fuera derrotada. La falta de popularidad de la guerrilla también habría contribuido.
Creemos que se debió al tradicional carácter excluyente del sistema político colombiano porque solo voto el 37% del censo electoral, sobre un tema de gran importancia. Las más altas tasas de abstención se registraron precisamente en los lugares donde ganó el Si, principalmente en las zonas urbanas, menos afectadas por la guerra. Es en esa perspectiva que puede analizarse las perspectivas de implementación del Nuevo Acuerdo de Paz.
El Nuevo Acuerdo de Paz
Aunque se adoptó finalmente el Acuerdo de Paz es difícil prever que se trate efectivamente del fin de la guerra o de la violencia endémica de la sociedad colombiana.
El Nuevo acuerdo tiene 310 páginas, 13 más que el primero. Ellas incorporan algunas de las propuestas de los partidarios del NO el 2 de octubre. Por un lado, las objeciones al enfoque de género extendido a la comunidad LGBTI por las iglesias evangélicas porque amenazaba la familia tradicional Por otro lado, en el capítulo de la Participación política se reduce el reconocimiento a las FARC-EP: reducción a dos periodos de los cinco escaños parlamentarios garantizados para las FARC-EP en el parlamento, reducción del financiamiento al nuevo partido político que formarían, de acuerdo al porcentaje de votos que obtengan. Además se abandonó la constitucionalización del acuerdo de paz en la Constitución colombiana. Si se guarda un artículo constitucional transitorio (durante tres periodos residenciales) que establece que las instituciones deben actuar de buena fe al implementar del Acuerdo Final. También respecto de establecer en las zonas veredales el cumplimiento de penas restrictivas de libertad de los guerrilleros culpables de violaciones de derechos humanos. Se limito a un carácter nacional la conformación del la Jurisdicción Especial para la Paz, los extranjeros tendrán solamente un rol de asesoría. Finalmente, el nuevo acuerdo establece el estudio caso a caso de la amnistía ó la sanción del delito de narcotráfico.
Las perspectivas
La ratificación del nuevo Acuerdo de paz es una excelente noticia para Colombia. Hay consenso en que ella confirma que tanto el gobierno de Juan Manuel Santos como las FARC-EP desean efectivamente terminar con la guerra civil de 52 años.
Pese a que el Congreso colombiano es depositario de toda la legitimidad necesaria para refrendar el Acuerdo de Paz y transformarlo en política de Estado, coincidimos en que no puede pensarse en que se trata de un capítulo cerrado. Falta aún que el Gobierno pase todas las reformas que permiten el cumplimiento del Acuerdo Final.
En primer lugar, porque la situación es muy compleja como lo mostró la profunda división de la sociedad colombiana en el plebiscito del 2 de octubre. Algo que puede también dificultar la continuación de las negociaciones con la otra guerrilla colombiana, la del ELN, en enero próximo.
Algunos temen que no funcione el Acuerdo de Garantías y Seguridad establecido en el Acuerdo Final y se vuelva a la guerra sucia porque están ocurriendo asesinatos de líderes sociales todos los días desde comienzos de noviembre, repitiéndose lo ocurrido cuando se firmaron otros malogrados acuerdos de paz como en los años 80. Deben formarse 27 territorios rurales veredales donde deben concentrarse la guerrilla durante seis meses para el desarme.
La cuestión de fondo sin embargo, sobre la cual se jugarán las perspectivas del Acuerdo Final de Paz, depende de la justicia social en el campo y la consiguiente reorganización del movimiento campesino frente a la propiedad de la tierra. El problema central además es que el acuerdo no se hace entre los enemigos, falta el sector de la oligarquía colombiana que será el más afectado por la paz.
Aunque es muy positiva la adopción final por el Congreso colombiano del Acuerdo de Paz con las FARC-EP, no es seguro que ello calme los principales enemigos del acuerdo quienes intentaran transformándolo en letra muerta repitiendo las agresiones de los años 80.