Del 7 al 9 de septiembre se realiza en Montreal el tercer Foro Mundial de la Economía Social. El tercer encuentro de actores de la economía social reunirá cerca de 2 mil participantes de sesenta países. El tema elegido esta vez es el del de la economía social para el desarrollo de las ciudades. El encuentro mundial confirma que la economía social se ha transformado en un vasto movimiento social reconocido mundialmente.
En Quebec es un sector económico que cuenta con 7.000 actores de economía social reconocidos, de contar con más de 150 mil asalariados, de haber pasado de una cifra de negocios de 17 mil millones en 2002 a 33 mil millones de dólares en 2015. Un sector que enfrenta enormes desafíos.
Economia Solidaria: ¿Qué es?
En primer lugar está la definición de la economía social misma. Lejos de ser un debate académico, la definición permite interpelar si tal movimiento es complementario y funcional para el desarrollo del sector privado al ocupar los sectores no rentables, pero necesarios y a más bajo precio que el Estado. O bien, como plantean varios, que a pesar de ello, favorece la participación y el diseño de otra economía, solidaria, que es alternativa a una economía neoliberal no viable tanto porque engendra la crisis climática, como que carbura al aumento de las desigualdades sociales.
Las definiciones muestran esa tensión originaria. Los organizadores del Foro, la definen por lo que no es: “son las actividades económicas que no son ni gubernamentales ni privadas. Ellas son viables aunque ellas no aspiren a maximización de la ganancia sino que más bien a la maximización del bienestar de su comunidad o de sus miembros”. Esa definición es tan amplia que permite englobar desde cooperativas como las Caissess Desjardins, que han abandonando la lógica de servicio y que cierran las sucursales cuando no son rentables, hasta iniciativas ciudadanas que no corresponden a lógicas económicas propiamente tales, como grupos de ayuda mutua, pasando por guarderías y empresas de servicios sin fines de lucro.
Otros como el gobierno de Quebec, que terminó respondiendo a las presiones sociales adoptando una ley marco, estiman que la economía social se caracteriza por su función social en la venta de bienes y servicios, su gobernanza democrática y porque su capital es social y no puede ser enajenado individualmente.
Ambas definiciones reconocen limitadamente el carácter alternativo de la economía social porque está orientada por el bien común y la solidaridad, y no por la lógica de la colmena de abejas de la teoría económica clásica, donde empresarios movidos por el apetito de ganancia individual producen el bien común, solo como un efecto colateral.
Si existen percepciones que reconocen que la economía social prefigura otro desarrollo: son las concepciones del “buen vivir” basadas en tradiciones indígenas en Ecuador o en Bolivia. Apuntan a un movimiento por el bien común que corresponde a un nuevo paradigma en que los consumidores pasan a ser ciudadanos.
¿Surgiò o siempre estuvo allì?
En segundo lugar, el análisis histórico revela una filiación entre los actuales actores de la economía social y los movimientos sociales desde los años sesenta en Quebec, movimientos ciudadanos de empoderamiento local. El ejemplo más evidente es el movimiento por las guarderías que obtuvieron el reconocimiento estatal. Filiación también con el cambio en las políticas públicas neoliberales privatizadoras asociadas al fin del llamado estado providencia. La privatización de servicios públicos, incluyó también la economía social. Pero al mismo tiempo, esas políticas públicas favorecieron la participación ciudadana en el desarrollo local. El talón de Aquiles sin embargo esta en el carácter marginal de la economía social.
En ningún caso pueden compararse los 100 millones del plan de acción 2015-2020 de la economía social gubernamental, con los miles de millones en subvenciones que recibe Bombardier y otra empresas privadas semejantes.
¿Cuales polìticas públicas?
Finalmente, la fragilidad del sector de la economía social no se debe a esas iniciativas mismas. Viene de políticas públicas que imponen lógicas reñidas con la función social: por ejemplo que los organismos de economía social no pueden acumular reservas sin perder subvenciones gubernamentales. Como l exigencia a cambio de la ayuda, ratios que niegan el objetivo social de la misión del sector.
Los efectos negativos de las políticas públicas quedaron en evidencia con los recortes presupuestarios del gobierno liberal: eliminación de instancias regionales de concertación como los CRE o de apoyo como las CDEC y su paso a las municipalidades que cuentan con recursos y experiencia limitados.
Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, todo indica que el dinamismo de la economía social no se verá afectado en tanto movimiento. Aunque algunos organismos puedan desaparecer, otros surgirán, por la necesidad que existe en la base social para enfrentar problemas de calidad de vida que no son considerados por el estado o por el sector privado. El sector de la economía social tiene ahora un carácter perenne y es parte de la economía de Quebec.
La economía social se nutre del fracaso de las políticas públicas neoliberales y de la necesidad ciudadana de organizarse para mejorar su calidad de vida por la ayuda, la solidaridad y la donación de su tiempo. Por medios en abierta ruptura con la lógica de la ganancia a toda costa del sector privado que privilegian las políticas públicas. Tras experiencias prácticas aparentemente frágiles se revela la factibilidad de otra economía, con una respuesta más acorde con los desafíos del planeta: la crisis climática y el aumento de las desigualdades. El encuentro mundial de la economía social revela a la vez la existencia del sector como parte de la economía y al mismo tiempo la disputa por su control por parte de los gobiernos, mientras otros tratan de mostrarlo como un anuncio de un mundo mejor.