El nuevo primer ministro Justin Trudeau anuncio en octubre pasado: Canada is Back, le Canadá est de retour, Canadá vuelve a la escena mundial. Esa noche, desmintiendo las encuestas, los canadienses dieron un mandato mayoritario a los liberales, que prometieron desmontar el Canadá modelado por Stephen Harper. En su alocución de despedida ante el congreso del partido conservador Stephen Harper se enorgulleció de los cambios que introdujo en el rol de Canadá en el mundo. Efectivamente, la democracia parlamentaria de origen británico vigente en Canadá, le da gran poder a la oficina del primer ministro, sobre todo en política exterior. ¿Desmanteló Trudeau la herencia de Stephen Harper en política exterior? ¿Cuáles son las características del nuevo enfoque canadiense?
Cambios de estilo. ¿Y la substancia?
El primer ministro Trudeau es un experto en imagen pública. Tiene un nuevo estilo también en política exterior. En el encuentro del G7 en Japón habla de abandonar la austeridad. Algunos hablan de regreso de la Trudeaumania, pese a que su padre, más cerebral, era menos popular que lo que aparece Justin ahora. Justin Trudeau es acaparado por quienes desean selfies y le citan como ejemplo de modernidad refrescante con envidia en otros países. El estilo Trudeau cambió la deteriorada imagen de Canadá.
Pero todo no ha sido estilo. Trudeau también limó las asperezas de la política exterior de Harper. La más evidente, fue con la participación positiva de Canadá en la Conferencia de Paris sobre el cambio climático en diciembre. Luego de años de negacionismo, Canadá propone oficialmente desarrollar una política “verde” que conjugue desarrollo económico y lucha contra el cambio climático. Aun no se define claramente el plan, pero se está lejos de los años Harper.
También, se volvió a una política exterior menos ideológica. El ministro de relaciones exteriores Stephane Dion levantó la prohibición del apoyo a proyectos de salud reproductiva. Algo que durante años, dificultó un enfoque apropiado de las intervenciones de ONG en proyectos completos de salud.
Luego de años de crítica a la ONU y el sistema multilateral. Luego que el ex primer ministro Stephen Harper prefería visitar la cafetería Tim Hortons en Nueva York, en lugar de hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Canadá volvió a ser un actor importante del sistema multilateral internacional. Anunció que participará activamente en la reforma de la organización mundial y se propone postular nuevamente al Consejo de Seguridad de la ONU. Bajo Harper, Canadá perdió su tradicional turno para ser miembro de esa importancia instancia.
Cambios limitados.
Pero, aunque se eliminaron muchos irritantes de la era conservadora, no hay cambio de paradigma.
Stephane Dion aceptó finalmente, en medio de críticas, permitir la exportación de material bélico a Arabia Saudita, cuyas violaciones en materia de derechos humanos son evidentes. El argumento de que se trataba de un contrato ya firmado y de varios miles de millones de dólares, se inscribe en la lógica del anterior gobierno conservador que establece la primacía de la economía sobre políticas de derechos humanos.
También se ha critica la continuidad en la política del Acuerdo de Comercio Transpacífico, (TPP) que consolida la dependencia de la política exterior canadiense de la geopolítica de Washington, sirviendo de contrapeso al creciente poderío de la Republica Popular China. Se está lejos así de los intentos de establecer una política internacional autónoma de Canadá, de potencia intermedia, de mediadora en expedientes complejos. Sigue el alineamiento con la política estadounidense como socio menor.
Trudeau cambió el tono conservador y maniqueo de la cruzada contra el terrorismo internacional y contra el llamado Grupo Estado Islámico. Canadá ya no es el adalid de la guerra contra el terrorismo a nivel mundial. Sin embargo no aparece claro si Canadá vuelve a su tradición de colaboración a la solución pacífica de diferendos y de fuerzas de seguridad bajo la egida de la ONU y con un enfoque humanitario-
¿Cuales perspectivas?
El gobierno liberal de Justin Trudeau, redefinió desde los primeros días los principales irritantes de la política exterior canadiense; reinscribió este país entre los actores líderes del esfuerzo multilateral contra el cambio climático, ha enunciado el retorno de la cooperación internacional guiada por principios universales de la comunidad internacional y no exclusivamente por intereses económicos nacionales.
No debe olvidarse sin embargo, que todo ello, no define una nueva política internacional propia. Los conservadores buscaban transformar Canadá en una potencia energética en destiempo con la evidencia científica del cambio climático; impulsaban fuera de sus fronteras sus posiciones ideológicas de ley y orden y de conservadurismo económico y social y; se inscribían en la esfera de Washington.
La frase de Justin Trudeau, Canada est de retour, no reemplaza una política exterior coherente. ¿Es Canadá una potencia intermedia que defiende expedientes que interesan la mayoría de la comunidad internacional? (como el tratado contra las minas antipersonales). El anuncio por parte de Justin Trudeau respecto de defender en la conferencia del G7 que se realizó en Japon esta semana, el que el estado debe implementar políticas que tiendan a reactivar la economía a través de inversiones en infraestructuras, se inscribe en la lógica pos neoliberal que comienzan a defender cada vez mayores gobiernos e incluso instituciones mondetarias internacionales que hacen un balance negativo de las políticas basadas en el llamado consenso de Washington, que inauguró oficialmente las políticas neoliberales en el mundo.
¿Qué política propia hacia América Latina? En ese marco, Canadá no ha mostrado cambios en su política exterior y le deja todo el terreno abierto a Washington en su actual cruzada de apoyo a golpes institucionales en las Américas. El gobierno canadiense no se ha pronunciado abiertamente sobre lo que ocurrió en Brasil, o lo que ocurre en Venezuela y su política hacia la isla caribeña sigue las orientaciones de Washington.
El tiempo dirá si Trudeau propone una política exterior coherente frente a los desafíos del siglo 21 o bien seguirá solo con medidas puntuales.