Cambio climático: los desafíos de la Conferencia de Paris

Estamos en vísperas de la crucial conferencia de París la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, (COP21). Una conferencia que se realiza en medio de la convulsión y de las rigurosas medidas de seguridad impuestas por el presidente francés François Hollande después de los atentados del viernes 13 de noviembre.Ya se prohibió la realización de la gran marcha contra el cambio climático que debía realizarse el próximo domingo 29 de noviembre y que buscaba presionar los 195 jefes de Estado y gobierno que se reunirán del 30 de noviembre al 11 de diciembre para convenir un acuerdo para limitar el calentamiento planetario por debajo de 2 grados Celsius. Las medidas de seguridad impondrán un marco que no es favorable al debate sobre lo que constituye la crisis más importante del planeta. Pero al mismo tiempo la crisis de Siria e Iraq recuerda los efectos catastróficos de las guerras por el petróleo en el mundo y de una economía basada en la explotación de energías fósiles.

El largo camino para reconocer el desafío del cambio climático.

Veamos algunos antecedentes históricos. La Conferencia de Paris es la 21a conferencia de las partes que firmaron la Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio Climático adoptado en la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro en 1992 por 154 Estados. En 2015 son 195 Estados que han firmado la Convención. Fue la primera vez que la ONU trataba de definir el cambio climático y como enfrentarlo.
Ya en 1988 los países miembros de la ONU habían creado el Grupo de Expertos Intergubernamental sobre la evolución del clima. Este grupo de expertos de decenas de países ha producido un corpus de investigaciones científicas que han probado fehacientemente que es la actividad humana la que lleva al cambio climático.
El 11 de diciembre de 1997 en el marco de la tercera conferencia de las partes se firmó el Protocolo de Kioto, que entró en vigor el 16 de febrero de 2005. Ese acuerdo buscaba reducir entre 2008 y 2012, en un 5% las emisiones de seis gases de efecto invernadero (anhídrido de carbono, el metano, el protóxido de azote, y tres clorofluorocarbonos).
La conferencia de las Partes en Copenhague en 2009, se realizó en el contexto de la creciente certidumbre que el protocolo de Kioto no fue suficiente y que se requiere un esfuerzo planetario para enfrentar la crisis climática. Esa conferencia fue un fracaso porque no hubo acuerdos vinculantes y se quedó en declaraciones de intenciones.
Es verdad que se ha avanzado mucho en la conciencia de la humanidad desde la Conferencia de Estocolmo en 1972, cuando se consideró por primera vez que el medio ambiente era un tema importante y se comenzó a acuñar el término desarrollo sustentable y la creación del Programa de las Naciones Unidas por el medio ambiente. Hay consenso que la actividad humana provoca el calentamiento planetario. Los escépticos han perdido la batalla. Pero, en lugar de plantearse medidas que corresponden a la amenaza, surgen enfoques intermedios, como proponer aumentar la resiliencia de los países, la de castigar a los contaminadores monetariamente, la invertir en atenuar los gases con efecto invernadero y adaptar las sociedades a los efectos del cambio climático. Otros, como el derrotado gobierno Harper, se preparan para las oportunidades que crea el cambio climático, como la apertura de vías marítimas y la explotación de riquezas del mar del Norte de Canadá.

El calentamiento planetario es una evidencia irrefutable

En espera de una voluntad política de un desarrollo realmente sostenible para la humanidad en nuestro pequeño planeta, las esperanzas están centradas en la Conferencia de Paris. La evidencia científica y empírica confirma que el calentamiento del planeta es una realidad y que si la humanidad no la enfrenta de manera mancomunada la crisis tendrá incalculables consecuencias.
Ya se percibe el aumento del nivel de los océanos en algunos países costeros. Las Islas del Pacífico están amenazadas con desaparecer porque ha comenzado el deshielo de las mal llamadas nieves eternas y el deshielo del pergelisuelo, que por la liberación del metano, autoalimentará el efecto invernadero que provoca el aumento de la temperatura del planeta.
Los fenómenos atmosféricos son cada vez más imprevisibles y destructores y sus efectos son desastrosos, particularmente para los países más pobres. Las temidas transformaciones del clima ya comienzan a afectar las cosechas y las epidemias como la del virus del Nilo pueden afectar nuevas regiones. La lista de efectos del calentamiento del planeta es larga porque afecta todos los dominios de la vida en sociedad.
La crisis climática interpela el modelo de producción económica actual y que debe abandonarse ese modelo porque si todos los países menos desarrollados siguen la vía del crecimiento económico a toda costa, sin preocuparse de sus consecuencias sobre el medio ambiente, la tierra no podrá sustentar los seres humanos. Algunos, más alarmistas, vinculan la amenaza de extinción de una lista cada vez más larga de especies animales y vegetales a las perspectivas de extinción de la humanidad.

Los desafíos de la Conferencia de Paris

El desafío es de adoptar un acuerdo universal que obligue los países a cumplir sus promesas de reducción de gases con efecto invernadero que eviten que el calentamiento planetario supere los 2 grados Celsius. Si se sobrepasa ese umbral, los modelos del Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático predicen que el calentamiento planetario se haría irreversible pudiendo llegar hasta 4,8 grados Celsius en 2100, con catastróficas consecuencias en todos los países del mundo.
Desgraciadamente, hasta ahora, los compromisos presentados por los países no permitirían llegar a asegurar que se cumpla la meta de evitar que la temperatura media del planeta suba en 2 grados Celsius.
También debe definirse compromisos financieros y de acuerdo al principio del esfuerzo diferenciado, para ayudar a los países más vulnerables para que contrarresten los efectos del cambio climático e idealmente para que eviten seguir un modelo de crecimiento basado en la explotación de energías fósiles.
Es verdad que, a diferencia de Kioto, ahora grandes países contaminadores como Estados Unidos y la Comunidad Europea, y países emergentes como China o India, están dispuestos a participar en el esfuerzo. Hasta los países más pobres prometen ser parte del esfuerzo de acuerdo a sus posibilidades de acuerdo al principio del esfuerzo diferenciado de todos los países de acuerdo a sus posibilidades.
La constatación de las asimetrías del sistema internacional, se requiere un compromiso de los países más desarrollados para financiar los esfuerzos de los países más vulnerables y que no están en condiciones de enfrentar las consecuencias del cambio climático y responder a las necesidades de su población con un crecimiento económico respetuoso del medio ambiente. Un organismo autónomo de la ONU debe crearse y que se haga efectiva la entrega de los miles de millones de ayuda prometidos en Copenhague en 2009 y que nunca se materializaron.
Por el momento no se discute del tema más ambicioso que plantea el cambio climático: la necesidad de una profunda transformación del modelo productivo y de las estrategias de desarrollo de la economía neoliberal globalizada que favorecen las industrias contaminantes y la economía basada en la explotación de energías fósiles.

América latina y el cambio Climático

En esa perspectiva, en América latina, el modelo extractivista que le ha impuesto la globalización neoliberal está en tela de juicio. Las instancias mundiales de la globalización manejan un discurso de respeto al medio ambiente y una práctica de apoyo a las multinacionales más contaminantes en la región.
El crecimiento económico de los últimos años en la región se tradujo en efectos negativos. Entre otros, mayor contaminación atmosférica en las áreas urbanas y el deterioro de recursos no renovables, el agua y los bosques naturales. La CEPAL afirma que la matriz productiva y de consumo latinoamericana sigue siendo altamente contaminante y será un desafío establecer un modelo de desarrollo sostenible.
Es interesante rescatar los debates de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el cambio Climático y Defensa de la Vida realizado del 10 al 12 de octubre pasado en Bolivia. Allí se llamó a rechazar la economía verde que sustentan varias transnacionales, a condenar la privatización de los recursos naturales y la mercantilización de la naturaleza, a las guerras de agresión y por el petróleo. En América Latina los movimientos progresistas proponen, entre otros desafíos, establecer un modelo de desarrollo con políticas públicas basadas en derechos de sustentabilidad, en la transformación de los patrones de producción, consumo y la distribución del ingreso. En suma que el dilema es que: “O se muere la Madre Tierra o se muere el capitalismo”.

Un combate de toda la humanidad

La Conferencia de Paris sobre el cambio climático se realiza en un contexto creciente conciencia ciudadana sobre la crisis climática. La evidencia empírica, percibida por los ciudadanos, les hace presionar los gobiernos para que actúen y produzcan resultados. Desgraciadamente, la lógica de procastinación de las grandes multinacionales para mantener sus ganancias adaptándose poco a poco a la nueva economía verde tiene mayor influencia.
Incluso prometen invertir en mecanismos que les permitirían seguir en lo mismo, como las experiencias de captura del carbono, soluciones que tardarán años en concretizarse. La lógica suicida de la ganancia a corto plazo sigue animando las multinacionales. El reciente escándalo de la transnacional automotriz alemana Volkswagen, que vendió millones de vehículos con un programa informático que hacía creer que los automóviles eran menos contaminantes, muestra los extremos a que pueden llegar para evitar adaptarse a la lucha contra el cambio climático.
Además, el desarrollo exponencial de la producción de petróleo por fracturación de esquisto, que postergó en decenios el agotamiento de la explotación de esa energía fósil, dio nueva vida a la industria petrolera en países como estados Unidos. En Canadá, las multinacionales que explotan las arenas bituminosas presionan los gobiernos para construir oleoductos para llevar el petróleo a nuevos mercados. El discurso acertado, de que es mejor dejar en tierra las energías fósiles es marginalizado. Sigue identificándose el crecimiento económico con el bienestar de los pueblos.
El discurso de la economía verde que ve en la lucha contra el cambio climático posibilidades de negocios en el desarrollo de nuevas tecnologías se inscribe en ese proceso de procastinación porque su impacto es muy tímido.
Los países reunidos en Paris deben adoptar un acuerdo que corresponde a la conciencia planetaria de la crisis climática. Pero, la Conferencia de Paris sobre el cambio climático no resolverá todo. Muchos dudamos que se llegue a un acuerdo vinculante que reduzca los gases con efecto invernadero. Se requieren las innumerables iniciativas de reducción del uso de las energías fósiles por organismos, grupos ciudadanos e individuos. Se han obtenido victorias, como la de obligar a los gobiernos a contradecir las corporaciones energéticas y ha crecido la necesidad de incorporar la aceptabilidad social a los proyectos económicos. Los gobiernos locales, municipal, de provincias o estados de países federados juegan un rol fundamental.

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