La noticia de la semana, tanto en Canadá como a nivel internacional fue la del fin de la era Harper y el regreso al gobierno, después de una década, de los liberales dirigidos ahora por Justin Trudeau. Un verdadero cambio de época, marcado sin embargo por la tradicional alternancia en el poder entre liberales y conservadores.
Recordemos que los liberales obtuvieron 184 de los 338 escaños, con lo que pueden gobernar tranquilamente por lo menos durante cuatro años. Los conservadores, que eran gobierno mayoritario, pasan a formar la oposición oficial con 99 escaños. El Nuevo Partido Demócrata que era la oposición oficial obtuvo solamente 44 escaños, principalmente por derrotas en las marítimas y en Quebec. Los verdes consiguieron la reelección de su jefa Elizabeth May En Quebec, el Bloque quebequense obtuvo menos votos que en 2011, pero aumento su número de diputados 10. Veamos algunas reflexiones.
Participación electoral masiva para derrotar a Harper
Los electores canadienses concurrieron a votar masivamente (cerca del 70% contra menos del 60% en elecciones anteriores) y el veredicto incontestable fue el de terminar con la aventura ultraderechistas de los conservadores de Stephen Harper. Es el sentido primero del resultado de la elección. Como señalaba un analista, los electores no solo concurrieron a las urnas con la cabeza tapada para mostrar su oposición al voto con niqab; sino que además se apretaron la nariz para votar estratégico con el objetivo de terminar con el reino de Stephen Harper.
Finalmente, el líder conservador Stephen Harper unificador de la derecha canadiense de la Alianza Democrática y del Partido Progresista Conservador, que soñaba con transformar su partido en el partido natural de gobierno en Canadá y que los canadienses adoptaran los valores conservadores, perdió su apuesta porque los electores eligieron el gobierno que promete desmontar la obra de del gobierno Harper. La aventura ultraconservadora y polémica de Harper no alcanzaría a durar 10 años (9 años y seis meses). Menos que el último periodo cuando gobernó Brian Mulroney del entonces partido progresista conservador. Sin embargo, el impacto del reino de Stephen Harper tuvo un impacto enorme en la política canadiense.
Stephen Harper terminó su mandato, sin cambiar su estilo secreto. Rompió con la tradición de los primeros ministros que pierden elecciones, de anunciar que abandonan la dirección de sus partidos públicamente. Lo hizo por comunicado.
Muchos conservadores le atribuyen personalmente la derrota y defienden que los conservadores con 31,9% de los votos, conservan un apoyo que les permite ser la oposición oficial y tienen tiempo para elegir un nuevo jefe dentro de dos años con vistas a las elecciones de 2019.
Los liberales encarnaron el cambio
Es evidente que los liberales dirigidos por Justin Trudeau, fueron capaces de encarnar el descontento con el gobierno conservador y canalizar la voluntad de cambio del electorado.
Los elementos claves fueron, entre otros, que plantearon en la campaña un estilo diferente al estilo negativo de los conservadores. Se arriesgaron a romper con el dogma ultraconservador de mantener a toda costa el déficit cero prometiendo invertir en la economía. Encarnaron así una especie de corriente pragmática neo keynesianista que adquiere popularidad después de la crisis de 2008. Se espera que anuncie un plan de renovación de infraestructuras que permitirá reactivar la economía. Trudeau coincide con las recomendaciones del banco de Canadá que llamó la atención está semana respecto del estado de la economía canadiense y la necesidad de reactivarla. Trudeau prometió un gobierno pragmático en defensa de la llamada clase media.
El aspecto más definitivo es que Trudeau anunció a la comunidad internacional la noche de su elección que el Canadá compasivo anterior a Harper estaba de regreso.
Cambios de tono y desmantelamiento de las políticas conservadoras
Los analistas coinciden en un cambio de tono y de estilo de gobierno en los pocos días de gobierno. En realidad se vuelve a un estilo tradicional de la política canadiense, como el que el primer ministro designado salude a ciudadanos de su circunscripción en el metro al día siguiente de su victoria.
También cambios en la política internacional. Desde ya, Trudeau le anunció a Barack Obama el fin de la participación canadiense en los bombardeos contra el autoproclamado Estado Islámico en Siria y que Canadá volverá a una posición principalmente humanitaria y multilateral en política internacional. Se espera la confirmación de esa medida en la reunión del G20 a mediados de noviembre en Turquía. También se verá en las negociaciones sobre el cambio climático en París. Trudeau prometió en la campaña, una política económica que hace coincidir la lucha contra el cambio climático con el desarrollo económico. Promete colaborar con las provincias para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero y que en la delegación para la Conferencia de las partes sobre el cambio climático en diciembre invitó a los partidos de oposición. Una posición tradicional de los gobiernos antes de la era Harper.
Los observadores consideran que las promesas del Partido liberal son todas realizables, dependiendo de la voluntad política. Ellas buscan principalmente desmantelar las políticas de los conservadores. La primera de ellas es la estimulación de la economía para estimular la creación de empleos. Además el aumento de impuestos para quienes ganan más de 200 mil dólares anuales para distribuirlos en la llamada clase media que gana menos de 89 mil dólares.
A ello se agrega la larga lista de medidas necesarias para desarmar el edificio represivo de los conservadores. Por ejemplo devolver la decisión sobre penas mínimas a los jueces, reformar la ley antiterrorista, responder adecuadamente a las objeciones de la corte suprema en varios fallos, por ejemplo sobre la criminalización de la prostitución o del suicidio asistido. A ello se agregan medidas como la acogida prometida de 25000 refugiados; la reforma del seguro de empleo para los trabajadores estacionarios y las políticas de inmigración.
Trudeau prometió variar el estilo autoritario de relaciones del gobierno de Harper con las provincias y reactivar encuentros anuales y trabajar con ellas sobre todo respecto de la lucha contra el cambio climático.
Debe considerar además que no tiene el control del Senado, dominado actualmente por los conservadores. También prometió reducir el poder de la oficina del primer ministro y dar mayor margen de maniobra a los diputados.
Impactos en Quebec
Pese a que Montreal, cuenta ahora con tres niveles que son dirigidos por liberales, nunca las diferencias de enfoque entre el gobierno federal dirigido ahora por Justin Trudeau y el gobierno provincial mayoritario dirigido por Philipe Couillard han sido tan grandes.
El gobierno Couillard y su lugarteniente ministro del consejo del tesoro público, Martin Coiteaux, siguen paradojalmente la doctrina de Stephen Harper de obtener el déficit cero a toda costa y de reducción del aparato del Estado para asegurar la privatización de los servicios de salud y los programas sociales.
Sin embargo, como nunca, los tres niveles de gobierno están dominados por federalistas que anuncian alegremente el fin del movimiento independentista producto del mal desempeño electoral del Bloque quebequense y la renuncia al cargo por su jefe Gilles Duccepe.
Sin embargo, el resultado electoral es ambiguo. Los analistas coinciden que la principal intención de los electores fue de derrotar a Harper. No era el Bloque quebequense, ni tampoco el NPD que parecía capaz de hacerlo en las postrimerías de la campaña.
Ello explica el desplome del voto del NPD que no consiguió, no solo encarnar el cambio, sino que aparecer como una alternativa electoral segura para derrocar a Stephen Harper. Eso deja una enseñanza a los sectores progresistas sobre todo en Quebec Solidario. Deben reflexionar a los efectos negativos de tratar de recentrar su partido para salir del anonimato a que les destina tener solo tres diputados. Un debate importante porque se cruza en Quebec con la lucha contra un gobierno Couillard que tiene más de conservador que de liberal.
Por su parte, la baja votación de los soberanistas debe llevarles a reflexionar en su mensaje. Ahora enfrentan partidarios acérrimos del federalismo. La campaña de unificación de todas las fuerzas soberanistas, que plantea realizar el nuevo jefe del PQ es más difícil que frente a un gobierno federal que no se preocupaba de Quebec.
La cuestión del tiempo es esencial en política. Los liberales, desbancaron al detestado gobierno conservador de Stephen Harper. Pero se espera que cumplan con el desmantelamiento de la herencia conservadora. Es en la letra pequeña donde se definirán si han impulsado los cambios necesarios para realizar el cambio por el que votaron.
Esta fue una semana importante para la política canadiense porque marcó el fin de la aventura ultraderechista conservadora.